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Expedición Llullailaco

El andinista sanjosesino Daniel Toto D´urbano cuenta su experiencia de cumbre al volcán Llullailaco, la sexta cumbre más alta de América con 6740 msnm. Al oeste de la provincia de Salta al límite con Chile, es el segundo volcán activo más alto del mundo. Lo acompañaron Diego Gioda y María Inés Comuzzi.

 

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 ASCENSO VOLCÁN LLULLAILLACO
en idioma originario Qhapaqñan

La Experiencia:

Muchos de nosotros en nuestra infancia hemos sido marcados por el discurso de la responsabilidad, el trabajo y el deber. Pero poco se nos habló del disfrute de la vida, de realizar los proyectos que realmente deseamos y que nos produce placer, satisfacción. Eso era considerado como algo secundario; y creo que no es tan así.
Dentro del disfrute de la vida, yo enmarco el deseo y la pasión por escalar montañas. Escalar montañas tiene, para los montañistas, muchísimas similitudes con la vida cotidiana, aunque no lo parezca. Por eso, siempre se le llamó escuela de vida.

Elegir la montaña a subir, estudiar todo lo concerniente a ella, cómo llegar, cómo subir, por dónde, cuánto tiempo llevaría, es una tarea que se realiza pacientemente a lo largo de meses. Se busca información –que hoy ya no es problema, porque en la red abunda- y se va acrecentando en deseo de ir, de estar,  de disfrutar. 
Este año elegimos para subir el volcán Llullaillaco, una de las montañas más altas de América, con mayor precisión: es la 6ta en altura con sus 6.740msnm. Es el segundo volcán activo más alto del mundo, luego del viejo conocido Ojos del Salado, ubicado en Catamarca. 
Ubicado al oeste de la provincia de Salta, limitando con Chile, nos encontramos con el Llullaillaco.

Esta montaña no es otra montaña más de la Cordillera, era una de las montañas sagradas, lugar de culto de la civilización Inca. Muchos sabrán que allí se realizaron muchos rituales que incluyeron sacrificios humanos; del lugar se retiraron tres momias de niños sacrificadas que hoy se exhiben en el Museo de Arqueología de Alta Montaña de la ciudad de Salta.

Se sabe que estos niños fueron traídos desde la ciudad de Cusco en Perú, en un largo viaje de seis meses, y fueron ofrendados a sus dioses, pidiendo la fertilidad de la tierra. El rito se llamaba “capacocha” y era una obligación real. Los niños eran de una casta de la alta sociedad, tal vez hijo del inca o familia cercana. Era un honor para ellos ser elegidos para esto, y se los preparaba desde su nacimiento. Ellos fueron dormidos haciéndoles beber “chica” que era una bebida alcohólica hecha de la fermentación del maíz. Adormecidos allí, sumado al frío y a la falta de oxigeno por la altura, murieron y fueron sepultados en el lugar.

El volcán fue escalado deportivamente por primera vez en 1957 y una expedición en 1999 descubre el enterratorio. Después de cuatro o cinco años se realizo otra expedición con científicos y andinistas; durante ésta fueron extraídos y traslados a la ciudad de Salta, donde se encuentran actualmente. En YouTube existen muchos videos donde se puede saber mucho más de este hallazgo.

Dicho esto, les cuento que esta montaña se encuentra en la región del desierto de Atacama, que es el desierto más seco del mundo, donde menos llueve en la tierra. No hay vida allí, ni pájaros, ni insectos, ni mucho menos vegetación.

Absolutamente aislado, se llega por caminos de ripio que se mantienen porque en la zona actualmente hay minas de litio, azufre, cobre, oro y plata. Desde Rosario, lugar de donde partimos, demoramos tres días para llegar. 

En distintas etapas, y escalando otro volcán antes llamado Tuzle de 5.500msnm en la zona de San Antonio de los Cobres, fuimos aclimatando para luego llegar al Llullaillaco. 

Absolutamente seco, no hay agua en kilómetros a la redonda. Tuvimos que cargar agua hasta llegar a los 6.000metros; allí encontramos algo de nieve y fundiéndola, tuvimos agua suficiente.

En cuatro días pudimos ascender el Volcán y descender exitosamente, con buen tiempo y una temperatura “agradable” para la altura en la que estábamos. 
En la cumbre y en la pre-cumbre se encuentran los restos y una especie de refugio, hechos de piedra y palos (éstos últimos constituían el supuesto techos techo) traídos por los incas desde cientos de kilómetros. Los palos se conservan intactos, y dentro de los refugios hay como pasto seco también traído desde muy lejos, sobre los que se acostaban y protegían del frío. 

Estar allí produce una sensación extraña porque uno imagina la escena del sacrificio y produce, interiormente, un dejo de angustia y tristeza. Pero estábamos allí, en la cumbre del Llullaillaco, donde pocos llegan por lo inhóspito, árido, aislado y alto. Muy pocas expediciones por año intentan alcanzar su cumbre, y pocos la logran. Nosotros tuvimos la suerte que la montaña sagrada de los incas “quiso compartir con nosotros su gloria”. Mis compañeros de escalada en esta oportunidad fueron mis amigos Diego Gioda y María Inés Comuzzi, hermanos de la montaña. A ellos mi profundo agradecimiento por la experiencia que me hicieron vivir. 

 

Compartimos imágenes provistas por los participantes de los momentos mas significativos de la expedición

 

 Para San José Virtual
Daniel D’Urbano


Fecha de publicación: 08/02/2021    |    269 lecturas

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