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En síntesis: una vida a todo o nada,
Por Aldo Norberto Bonaveri

Según quien cuente la historia, de Néstor Kirchner se expresarán muchos conceptos contrapuestos; sus seguidores verán virtudes donde sus adversarios encontraran desenfreno, empero los unos y los otros coincidirán en que construyó una supremacía política desde la nada. Tampoco se puede desconocer que en sus filas no concebía el disenso, en tanto y en cuanto alguno de sus funcionarios osó presentar una visión diferente prescindió de sus servicios, pasando a considerarlos como adversarios, cuando no traidores.

 

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En ocasiones su firmeza resultó necesaria para evitar abusos, pero en otras, el intervensionismo desmedido en los mercados significó la pérdida de oportunidades para el país.
 
 
 Según quien cuente la historia, de Néstor Kirchner se expresarán muchos conceptos contrapuestos; sus seguidores verán virtudes donde sus adversarios encontraran desenfreno, empero los unos y los otros coincidirán en que construyó una supremacía política desde la nada. Tampoco se puede desconocer que en sus filas no concebía el disenso, en tanto y en cuanto alguno de sus funcionarios osó presentar una visión diferente prescindió de sus servicios, pasando a considerarlos como adversarios, cuando no traidores.
 
Dentro de las diferentes expresiones en torno a la muerte del ex presidente no faltaron los orates que encomiaron su deceso, se trata de alucinados barnizados al dolor personal; ignaros de las serias secuelas políticas que ésta abrupta desaparición podría causarle a la República.
 
Estoy persuadido que a tan sólo ocho días del suceso, la desaparición no “beneficia” a nadie, independientemente de las mezquindades que lamentablemente desenlaces de esta naturaleza suelen despertar. Entiendo como fundamental que la sociedad comprenda que además de causar un tremendo impacto en el oficialismo, de ninguna manera el infortunado acontecimiento beneficia a la oposición. Las consecuencias y derivaciones que traerán aparejadas son todavía interrogantes muy grandes y, seguramente requerirá meses para poder justipreciarlas.
 
Ya han aparecido prematuros acólitos proclamando la reelección de Cristina, si bien su postulación emerge naturalmente como lo más probable, la inusitada premura acelera los reacomodamientos internos dentro del Frente para la Victoria, lo que a la postre puede conspirar contra la tranquilidad y reposición del estado emocional que precisa la presidenta. Nadie mejor que sus partidarios deberían comprender que la responsabilidad que inviste, necesita del sosiego imprescindible para gobernar el país en plena tribulación.
 
Kirchner llegó a la primera magistratura de la nación en medio de una grave crisis económica e institucional, su ascenso a la presidencia se produjo en un momento muy delicado del país y, pese a las incertidumbres de entonces, en los inicios obtuvo los mejores éxitos de su gestión. El primer acierto fue confirmar en el Ministerio de Economía a Roberto Lavagna, quien había dado muestras de su pericia y patriotismo al conducir la cartera durante la transición de Eduardo Duhalde. El mérito más trascendente que le reconocen aún sus adversarios, y al que suscribo, es la designación de una Corte Suprema de Justicia tan prestigiosa como independiente, que contrasta con la cuestionada y adicta del “menemato”, tristemente célebre por sus fallos de mayoría automática.
 
Cuando comenzó a esbozar su política de derechos humanos muchos nos sentimos identificados, al acierto de retomar la obra iniciada por Raúl Alfonsín sobre juicio y castigo a los genocidas, pero posteriormente su instrumentación desembocó en un sesgo unidireccional, que hizo reflotar odios y rencores, que impide se restañen heridas, favoreciendo el estéril retorno al pasado.
 
Sus conocimientos de economía le permitieron saber por el valor de contar con una situación fiscal equilibrada, no pecó de ignorancia en cuanto al poder que le otorgaban los altos niveles de reservas internacionales acumulados y, de la autonomía que le proporcionaba el exiguo endeudamiento público.
 
Involucrarse en los temas financieros lo hacía sentirse como “pez en el agua”, ese apego resultó relevante para incrementar la recaudación tributaria; engrosar la caja fue su desvelo, ello le posibilitó afianzar la economía, pero también le significó el instrumento indispensable para poner de rodillas a las provincias castigadas por el reparto.
 
Kirchner de mandatario incógnito, sin disponer de votos propios, pasó en breve lapso, a obtener una mayoría cómoda. Probablemente los rápidos éxitos le valieron subestimar la complejidad y, sobreestimar su propia incidencia; los cantos de sirena que atrajeron a políticos de otras extracciones se diluyeron en la retórica, las alianzas estratégicas mutaron su orientación, para finalmente pactar con las estructuras que el vaticinó venía a combatir.
 
Néstor Kirchner se manejó con improntas muy definidas: obsesivo por el poder, verticalista a ultranza; inescrupuloso el la obtención de metas, no dudó de seducir con una transversalidad no sentida o, a someter con los recursos del Estado a gobernadores, intendentes y legisladores. Como nadie, evidenció una habilidad especial para explotar las debilidades sus oponentes.
 
Ejerció la presidencia con autoridad excluyente, jamás delegó responsabilidades en funciones que para el eran estratégicas; sus ministros muchas veces quedaron opacados en sus carteras o, reducidos a roles secundarios. Su ingerencia pretendió ser total, inmiscuyéndose tanto como le fue posible en los asuntos de las provincias y, en competencias de los otros poderes de la nación.
 
En su carrera política la victoria le sonrió casi siempre, trabajó incasablemente para que la acompañara a perpetuidad, el juego del todo o nada le proporcionó réditos que lo hicieron creer imbatible; las derrotas proporcionadas por el campo en el 2008 y las elecciones legislativas del 2009 resultaron tragos indigestos, del que atribuyó las culpas a los medios y a los periodistas que se atrevieron a mostrar la realidad o, expresar libremente sus opiniones.
 
Con la misma convicción que encaró los problemas, embistió contra a las instituciones de la república y, procuró conculcar libertades privadas. En ocasiones su firmeza resultó necesaria para evitar abusos, pero en otras, el intervensionismo desmedido en los mercados significó la perdida de oportunidades para el país, las que en su mandato, como en el de Cristina se presentaron más propicias que nunca, al menos desde que tengo uso de razón. Su proceder fue una constante que podemos expresar en síntesis: Una vida a todo o nada
 
La muerte de cualquier ex presidente constitucional de por si ocasiona un grado de consternación en el pueblo, si el fallecimiento acontece como en este caso próximo a su mandato, la relevancia es mayor; pero el impacto no es siempre igual, Néstor Kirchner expira en momentos que ostenta la condición de la figura más gravitante de la política nacional, protagonismo que le concede el centro de la escena de la presente década.
 
Es inocultable que la despedida de los restos de Néstor Kirchner fue sentida y multitudinaria, es verdad que tras la muerte subieron las acciones tanto del difunto como de su esposa, pero no se puede desconocer que el comportamiento del pueblo argentino invariablemente ha evidenciado una predisposición marcada, de ofrendar el último adiós a sus líderes políticos con masivas demostraciones de congoja, cariño y, a veces, devoción. Una recorrida por los anales de la patria nos muestra que así ocurrió con Hipólito Irigoyen, Eva Duarte de Perón, Juan Domingo Perón y un año y medio atrás con Raúl Alfonsín.
 
En estos días transcurridos desde la muerte hemos escuchado y leído un menú de conceptos para todos los gustos. Los hubo auténticos y sentidos, herejes e irrespetuosos, hipócritas y acomodaticios. En lo personal descarto cualquier expresión de alegrarse con la muerte de nadie, ni tampoco soslayar la congoja de sus familiares y partidarios; pero ello no significa que un deceso signifique como por arte de magia perder la memoria de aquellas cosas que realizó bien, como las que hizo mal, que si bien a mi juicio son mayoría, no es el momento de refrescar, pues en distintas editoriales he aportado mis opiniones y de las que ratifico en un todo.
 

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Fuente:

Aldo Norberto Bonaveri
www.pregonagropecuario.com.ar

Fecha de publicación: 06/11/2010    |    159 lecturas

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